UN ESCORPIÓN EN EL BRAZO
Mariano Sanz Navarro
Diciembre 2020
Mariano es ingeniero técnico industrial, (profesión
que compartía con otro gran escritor murciano, Manuel Enrique Mira, víctima de
la dichosa pandemia, al que dedico un recuerdo), licenciado en Historia,
viajero, motero, seguro que muchas cosas más, y juez de Paz. Todo eso y su
especial dedicación a quedarse con todo lo que pasa por su cabeza -que protege
con algún funcional sombrero- y luego, tras cocinarlo en su asilo, brindarlo
al resto de los mortales para que podamos disfrutar, una vez más, de ese arte
que desde tiempos remotos usa la palabra escrita, con criterio y armonía: la
Literatura.
Mariano,
pienso que, consciente o inconscientemente, su formación técnica le sirve para
proyectar piezas o máquinas, que con la similitud de las mecánicas,
tiene cualquiera de sus creaciones literarias, donde cada elemento,
engranaje o articulación, utilizado en su justa medida y función, está
integrado en la obra con gran maestría -¡qué bonito nombre el de maestría
industrial, como el de aparejador!- , con esa similitud que podrían
tener las palabras y las frases con la de las piezas de cualquier máquina o
motor.
La
obra que comento consta de diez y nueve relatos que, aunque los temas sean
diferentes, y por lo tanto los títulos, podría considerarse una unidad, como
una unidad forma una conversación. -tertulia-. en la que se tocan muchos
temas, y, por supuesto, una pieza mecánica. Empieza por el mar, -¡la
mar, qué buen tema para hablar!- (que decía aquella recordada frase), -que
nos enseña en la portada para ayudarnos a abrir nuestro horizonte-, y termina
con Medesicasta emulando a Homero, pasando por una serie de asuntos, en
los que se tocan casi todos los palos, y en los que amparados en alguna
referencia, se pasa por la inquietud, lo entrañable, lo cotidiano, lo
anecdótico, lo divertido, lo admirable,… y todos los adjetivos que califiquen
las sensaciones que sucesivamente va experimentando el lector, en esa tertulia
que mantienen autor- lector, como considero que siempre ha sido la lectura de
un buen libro, como este, y de las que uno no se retira por lo cómodo que se
encuentra, hasta que el que manda -el autor- acaba, se levanta de la
mesa o del sillón, se despide, y el lector, satisfecho, pasa la mano por la
portada del libro, -la pieza mecánica- como si se despidiera de su
visitante, y su recuerdo, y lo deja en sitio visible en una estantería de su
sala de estar.
¡Gracias
Mariano, hasta la próxima!
José Alberto Sáez de
Haro
Marzo, 2021
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